La Voz Obrera – Chile (CORI-CI)
Santiago de Chile, 12 de noviembre de 2025
1. Un país en el cierre de un ciclo histórico
Las elecciones presidenciales de noviembre de 2025 marcan el fin de un ciclo político abierto con el proceso revolucionario de octubre de 2019. Aquella irrupción de millones de trabajadores, pobladores y jóvenes quebró el equilibrio del régimen heredado de la dictadura y perfeccionado por la Concertación y la derecha.
Pero la ausencia de una dirección revolucionaria permitió que la burguesía chilena, aliada al imperialismo, desviara el proceso mediante el Acuerdo por la Paz, los procesos constitucionales y, finalmente, el gobierno reformista de Boric-PC.
La burguesía impuso su línea estratégica: derrotar la revolución sin concesiones estructurales. La fuerza de las masas fue canalizada hacia el callejón institucional de la democracia burguesa de la convención constitucional, desmovilizando y desmoralizando a amplios sectores de la vanguardia. La derrota política se concretó mediante los mecanismos de la reacción democrática.
2. Del reformismo al despojo
El gobierno de Boric y el Partido Comunista fueron el instrumento de esa restauración. En nombre de un supuesto “Estado social y democrático de derecho”, mantuvieron intactos los pilares del modelo neoliberal: las AFP, la subcontratación, la privatización de la salud y la educación, la represión al pueblo mapuche y la entrega del cobre y el litio a las transnacionales.
Los “grandes acuerdos” con la derecha consolidaron el camino del despojo. Se aprobaron más de 210 leyes en dos años, incluyendo el TPP-11, la agenda de seguridad, la liberalización minera y el subsidio forestal.
La reforma previsional, impulsada por la ministra comunista Jeannette Jara, fue saludada por JP Morgan porque fortalece el mercado financiero, mantiene las AFP y traslada al Estado la carga fiscal de un sistema quebrado. En 2024, la deuda pública superó el 42 % del PIB, y se retiraron más de US$ 3 600 millones de los fondos soberanos (FEES).
El “progresismo” se transformó en el garante de los intereses del gran capital, mientras los problemas de los trabajadores se agravaron: subcontratación en la minería, despidos en el sector público, crisis habitacional y colapso de la salud.
3. La descomposición del régimen.
La crisis de corrupción que atraviesa al régimen revela su podredumbre estructural. Desde la ministra de la Corte Suprema Vivanco, que recibía pagos de una transnacional bielorrusa, hasta el abogado Hermosilla operando en las altas cortes, las redes de corrupción en las FF.AA. y Carabineros, y sus vínculos con el narcotráfico y la defraudación fiscal, muestran que la “democracia” chilena es una camarilla de negocios. El Estado burgués no es neutral ni reformable: sirve al capital y funciona como agencia de las grandes familias y del imperialismo.
4. La política del “mal menor”: una trampa política.
La izquierda reformista —en particular el Partido Comunista y el Frente Amplio— sostiene que hay que apoyar la candidatura de Jeannette Jara para impedir el retorno de la derecha o la ultraderecha. Es la vieja política del “mal menor”, que perpetúa la subordinación del movimiento obrero a la burguesía “progresista”.
Los trabajadores, al aceptar votar por un supuesto mal menor, renuncian a su independencia política. La historia reciente lo demuestra: el apoyo al gobierno de Boric-PC no detuvo a la derecha, sino que desmovilizó a las masas, legitimó los acuerdos con los empresarios y preparó el terreno para el ascenso de Kast y Kaiser.
El “mal menor” desarma políticamente al proletariado al convencerlo de que no puede gobernar por sí mismo y debe elegir a sus verdugos con rostro amable. La aparición y crecimiento de la ultraderecha no es un fenómeno aislado, sino el producto directo de la crisis política abierta desde 2019.
En este nuevo ciclo, la burguesía utiliza figuras como Kast y Kaiser para recomponer su hegemonía y ganar apoyo entre sectores populares, apelando al orden, la represión, el chovinismo contra trabajadores migrantes y mujeres.
Frente a esta falsa disyuntiva entre reformismo y derecha/ultraderecha, los revolucionarios sostenemos que sólo la independencia política de la clase trabajadora puede abrir un camino de emancipación real de las causas de los problemas de las y los trabajadores y el pueblo.
5. Voto nulo como confianza en la movilización de la clase trabajadora.
La movilización de la clase trabajadora y el pueblo puede cambiar de raíz esta situación. Luego de las elecciones los problemas para los trabajadores se mantendrán: El ajuste fiscal en curso, la subcontratación en la minería, la eventualización de los trabajadores de los puertos, el déficit habitacional y el trabajo precario de la juventud.
Las elecciones de 2025 son un mecanismo de recomposición del régimen, no una vía de cambio. Las candidaturas de Jara, Matthei, Kast y Kaiser expresan distintas variantes de gestión del mismo sistema de explotación y dependencia.
El voto nulo no es abstencionismo. Las elecciones son importantes porque expresan el nivel de desarrollo o no, de la conciencia de la clase trabajadora. En estas elecciones votar nulo es una posición activa que plantea en este escenario electoral la necesidad de una candidatura obrera separada, organizativa y programáticamente, de todos los partidos patronales. La candidatura de Artés, con un programa nacionalista-burgués y su apoyo a regímenes burgueses represivos como Cuba y Venezuela, no representa una alternativa revolucionaria.
Votar nulo en estas elecciones significa declarar políticamente que los trabajadores no tenemos candidatos en este régimen, que nuestra esperanza no está en las urnas sino en la organización, la lucha y la revolución.
6. Por un partido revolucionario de la clase trabajadora.
Frente al agotamiento del gobierno de Boric-PC y la descomposición del régimen, la tarea de las y los trabajadores conscientes es reconstruir una dirección revolucionaria, un programa y un partido de clase trabajadora.
Eso implica:
Forjar la unidad política e ideológica de la clase obrera, independiente de todos los partidos patronales.
Luchar por la nacionalización del cobre, el litio y todos los recursos estratégicos bajo control obrero y de las comunidades.
Exigir el fin del subcontrato y de toda forma de precarización laboral.
Romper con los tratados de libre comercio y la dependencia imperialista.
Preparar la construcción de un gobierno de los trabajadores, basado en los organismos de autoorganización y en la movilización de masas.
Es ahora, es urgente. La Voz Obrera se pone a disposición de esta pelea.
Noviembre, 2025.

